Grupo de huapangueros dejando su hotel en Xilitla con sus instrumentos y maletas pequeñas para viajar ligero.
Xilitla despertaba y despedía a los músicos, los locales que vendían pancita esperaban a los huapangueros que quisieran asentar la panza. La plaza se convirtió en un desfile de guitarras, jaranas y violines, abrazos y más abrazos, promesas de próximas huapangueadas.
Los Sensontles de Huauchinango, impecables como siempre, dejan Xilitla. ¡Suerte muchachos!
Y así caminamos calle abajo para despedirnos de las personas que amablemente nos dieron hospedaje durante el Festival. Uno de plano ya no se quiere ir, uno se enamora de la huasteca y es un amor que según mi padre, nunca desaparece. ¿Y como hacerlo? si uno se queda con la imagen de todos esos techos goteando agua, de las paredes de las casas cubiertas de musgo y pequeñas plantas, de la neblina que se mete hasta el pueblo, de las aves que cantan todo el día, los grillos, todos los insectos fascinantes que uno puede encontrar, la comida, el café, el cariño de la gente a manos llenas, en fin, realmente es dificil dejar la huasteca, siempre lo ha sido y creo que así seguirá siendo.
Rumbo al carro con todo y chivas por una de las calles que baja en Xilitla rumbo a la carretera.
Aidee, Ángel y Gina en un monumento que se encuentra a la entrada de Xilitla.
Por fin tomamos la carretera que conducía a Tamazunchale. Por la ventana entraban todos los aromas de la huasteca. Las nubes cubrían los cerros.
La exuberante sierra que rodea a Xilitla, nos dirigiamos rumbo a Tamazunchale.
Cuando llegamos aTamazunchale, quería llenarme los ojos con todos esos lugares que conocía ta bien, todo está tan cambiado, sin embargo hay algo que perdura a pesar de todo, muy en el fondo. Quize pedirles que pararan un momento, pero la lluvia amenazaba y no queríamos que nos agarrara en la sierra. Ni modo, ya habría otra ocasión para caminar por Tamazunchale.
Dejamos el trópico de la huasteca y nos internamos en una sierra cubierta de coniferas en Hidalgo.
Conforme avanzabamos en la carretera el paisaje comenzó a cambiar de un ambiente tropical húmedo a un bosquede coniferas, hacía frio y el cielo se veía gris. Sin embargo no hubo mayores contratiempos, nos chispeo por momentos, hubo neblina a ratos y por tantas lluvias algunas piedras habían rodado hacía el camino, pero afortunadamente nada malo nos paso y tuvimos opotunidad de admirar la sierra en toda su majestuosidad.
Pasamos por todas esas curvas que llevan nombres como "el cantil de la gringa" donde se supone se aparece una mujer que se accidentó hace muchos años y por poblados pequeños encaramados en el cerro que desafían a la gravedad construyendo caminos sobre la ladera de la sierra.
Nuestro huapanguero de plano se durmió luego de varios días de fiesta.
Felices regresamos a casa donde nos esperaban nuestros trabajos y escuelas, nuestra rutina diaria, pero nos quedaba al menos el recuerdo del Festival de la Huasteca, de Xilitla y sus pozas, y claro, de la musica de huapango.
Otra vista de "La barranca de los marmoles en Hidalgo"
Comenzamos a dejar la sierra atrás para llegar a la zona árida de Hidalgo, que por las lluvias se v e verde.
Y pues bueno, aquí se termina este relato de nuestros días por San Luis Potosí, de nuestro viaje al Festival de la Huasteca.
Quedan pendientes aún las fotos de las presentaciones del Trío Colatlán en su gira por el Distrito Federal en la Peña, el Museo de las Culturas y el Centro de Tlalpan. Espero muy pronto poder publicarlas. Saludos a todos los huastecos de nacimiento y de corazón. Por ahí nos vemos en la próxima huapangueada.
¡Y que viva el huapango!, si señor.
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