Mis recuerdos de las pozas de Xilitla se remontan a cuando yo tenía unos 10 u 11 años y nos dirigimos a ellas partiendo desde Tamazunchale, donde vivía mi abuelita materna. En aquellos años las pozas estaban semi-abandonadas, las personas del pueblo nos aconsejaban no entrar pues había personas que se dedicaban a robar a los turistas. Aún así mi padre con mi tío Leandro nos llevaron a mis hermanas y a mí a las pozas. En todo el camino no encontramos una sola persona, la selva se había cerrado sobre todo el lugar por lo que pasaba muy poca luz, razón por la cual el agua era muy fría. Luego de un tiempo nos retiramos y nunca más volvimos por aquellos lugares.
Ahora siendo un adulto, el entrar en las pozas cobró un significado completamente diferente.
Edificios que se elevan sobre la selva y se integran a ella.
Pasando la entrada donde se concentran varios artesanos que ofrecen sus trabajos y del lugar donde se venden las entradas nos internamos en la selva de la que Edward James se enamoró hace más de 50 años.
Ahora con la vigilancia y el mantenimiento que se le da al lugar, uno puede caminar tranquilamente por esas inquietantes construcciones. Hojas, árboles, flores, arcos y manos de concreto se abren paso trabajosamente entre la exuberante vegetación que poco a poco se ha ido pegando a las construcciones, decolorandolas, integrandolas al entorno. No se si esa era la idea original de Edward James pero el resultado es espectacular, pues pareciera que uno esta recorriendo las ruinas de una ciudad milenaria sepultada en el tiempo por la selva.
Arcos y columnas que nos recuerdan construcciones góticas, egipcias...
Ahora por fin luego de muchos años se le está dando su verdadero valor al lugar, y no dudo que conforme pase el tiempo se le vaya valorando más y más hasta incluso convertirse en Patrimonio de la Humanidad. Hay muchas leyendas en cuanto a quien es el dueño actual del terreno, algunos dicen que los herederos de James le vendieron el lugar a un importante ejecutivo de Banamex pero la realidad es que el terreno fue comprado por un grupo de empresarios y el gobierno del estado para su conservación. Lo importante es que el lugar esta abierto al público y se le puede disfrutar en toda su magnitud.
Las pozas de Xilitla rodeadas de vegetación.
Aunque el agua esta muy fría vale la pena meterse a estas pozas de aguas azules.
Edward James nació en el 16 de agosto 1907 en Inglaterra dentro de una familia que poseía una inmensa fortuna. Su padre un constructor de ferrocarriles norteamericano se había mudado a Inglaterra donde contrajo nupcias con Evelyn Forbes una mujer de la sociedad escocesa que estaba ligada familiarmente con el Principe de Gales (que posteriormente sería Eduardo VII).
James fue educado en Eton, Le Rosey en Suiza y The Christ Church en Oxford. A la muerte de su padre hereda 8,000 acres en Sussex. Algunas leyendas mencionan también que recibió su riqueza por parte de un tío que tenía posesiones en África.
Construcciones con argos góticos, formas que simulan huesos de animales...
El joven James siempre se sintió inclinado hacía las artes sobre todo por el surrealismo y las corrientes artísticas de principios de siglo por lo que simpatizó y apoyó a artístas tales como Dalí, Picasso y Stravinsky. Durante toda su vida imitaría y coleccionaría el surrealismo, crearìa fundaciones que impulsaran las artes e incluso se daría a la tarea de imprimir poemas, varios de los cuales fueron publicados, todos ellos de estílo surrealista. Sin embargo por lo que más es recordado es por sus construcciones realizadas en Xilitla.
Una bella amazona de ojos color de selva nos sale al encuentro durante nuestro recorrido.
Es hasta el verano de 2007 que la fundación Pedro y Elena Hernández, Cemex y el Gobierno de San Luis Potosí las adquieren por 2.2 millones de dólares y crean el Fondo Xilitla, una fundación que velará por la preservación y restauración del sitio. La idea no solo es volver los jardines a su gloria original, sino también poner a las pozas de Xilitla en el lugar que le corresponde en el mapa del arte mundial.
Cascada en una de las pozas. Algunas formas simulan diques o presas que sin embargo, dejan pasar el agua.
Yo feliz en el camino que lleva a las pozas, ya hacía falta regresar a los caminos.
Lo cierto es que es un lugar que me impresionó muchisimo, llenando mi cabeza de ideas y sueños locos. Pero es que no son solo las construcciones, es el entorno: la vegetación, las cascadas, las pozas, los animales que viven entre las plantas y todo el misterio que envuelve a la figura de quien soñara con ese lugar, un jardín paradisiaco y salvaje en la tierra.
El camino a las pozas es realmente hermoso, uno se va deteniendo aqui y allá con las plantas, los animales y las rocas que va encontrando. Es tan perfecto que uno intenta pasar desapercibido, sin hacer ruido, sin molestar a los que duermen o comen...
Chapulin comiendose una hoja. Guardando silencio se podía escuchar como masticaba.
Por la noche luego de pasar todo el día en las pozas fuimos de nuevo a la huapangueada. El trío Colatlán se presentó por última vez durante el festival. Lo cierto es que había fiesta en el escenario, en la tarima con los bailadores y en las calles donde ya bien establecido el ambiente, grupos de huapangueros se enfrentaban en duelos de versos. Uno ya no sabía si ir a la tarima o quedarse a escuchar estos enfrentamientos que arrancaban risas, burlas, gritos y todo tipo de exclamaciones de la multitud.
En uno de esos grupos de personas nos encontramos a los "Cocuyitos de Colatlán", un trío integrado por una niña y dos niños originarios de Colatlán, Veracruz, que se presentaron dentro del programa oficial luego de la presentación del trío Colatlán. Lamentablemente la batería de nuestra cámara se terminó y no hubo tiempo de ponerla a cargar para la fiesta, por lo que esta huapangueada solo fue conservada en nuestra memoria. Creo que Aidee tiene fotos, tal vez las publique ella más adelante en el blog del Trío Colatlán.
Y si bien la fiesta seguía esa noche y al día siguiente, poco a poco todo iba tomando tonos de despedida. Todo mundo quería disfrutar las horas al máximo, pues pronto el Festival terminaría y todos tendrían que partir. Huapangueros y público se abrazaban tratando de sacarle jugo a la noche.
Xilitla es realmente hermosa, tanto el pueblo como las pozas, uno simplemente ya no quiere regresarse luego de estar en ese paraíso que es la huasteca.
Las pozas están abiertas (hasta donde sé) de lunes a domingo de 10 am a 5 pm, la entrada tiene un costo de $30 pesos de lunes a viernes y, de $50 pesos sábados, domingos y días festivos.
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